martes, 28 de abril de 2009

¿Una de monólogo interior?

Bueno. Ya han ido pasando los días. Otra propuesta. Sencilla. Por practicar. Como todas. ¿no?

¿Monólogo interior tema libre?

¿Transmitir desde la cabeza de un/a loco/a, por ejemplo? ¿Quién no está loco, hoy en día? ¿Acaso no hay que estar loco para vivir? ¿Acaso la vida no pone bastante de su parte para que uno se vuelva loco?

O sea, a gusto de cada cual. Como cada uno/a prefiera. Por puro divertimento, que para eso están las palabras (bueno, y para clavar puñalás, pero ésa es otra historia).

4 comentarios:

  1. Siempre estamos igual, no sé para qué me esfuerzo tanto en mantenerme firme, hará lo que él quiera, lo hace desde pequeñito, cuando tenía esa carita de niño bueno con la que conseguía todo lo que quería.
    Cada día discutimos, y para qué, ya no sé si marco límites o se ha convertido en costumbre. Mírale, ahí sentado, sin hacer nada, y ahora se ha dormido en el sofá. Luego, a la hora de ir a dormir me vendrá con que tiene un examen por la mañana y que tiene mucho que estudiar, no dormirá, y encima se lo sacará. Eso es lo que más rabia me da, que no se lo merece.
    Primero pondré la lavadora y después reanudaremos la discusión. Ni siquiera recuerdo por qué era, su padre ya podría ayudar un poco. Ui, sí, ya recuerdo, este fin de semana quiere ir con unos amigos a Arenys de Mar, a mí no me engaña, que los amigos se llaman María y lo que quiere este es que la otra se deje, pues lo lleva claro, por ella y por mí, le va a salir el tiro por la culata.
    No puedo con todo, todo el día trabajando para llegar a casa y que mis dos tesoros, marido e hijo, se dediquen a vaguear ¡y a ensuciar!
    Cualquier día de estos me voy de crucero sin avisar y a ver cómo se las apañan, aunque recursos no les faltan, que seguro que contratan a alguien para que los cuide. Pues me declaro en huelga, hoy no hay cena ni madre amnegada, que me voy a la ducha, me pondré sales en la bañera, musiquita relajada, y que me busquen.

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  2. Se hace largo. Lo entiendo. Como si pudiera desvelarte en cuatro frases los pasadizos de mi pensamiento. Con la de veces que equivoco la dirección yo mismo y acabo dando vueltas por mí mismo. Como ahora. Y claro, acabo saltándome la salida correcta. Y así no hay manera. Acabo siempre dando más y más vueltas para llegar al mismo sitio. Y tú que estarás esperándome. Y yo aquí dando vueltas con el coche. Yo creo que algún día llegaré. Tengo que pensar que algún día llegaré. Tal vez firme un pacto conmigo mismo para asegurarme de llegar. Si no lo cumplo, acabará teniendo razón María. Ay, María, hace un ratito pensaba en ti. Qué linda estabas esta mañana. Esta vez no me paso la salida. Si no, acabaré llegando adonde siempre. A ningún sitio. Y al final se hace largo, cómo no. Con lo fácil... ¡Maldito! ¡Que no circulas solo, coño! Con lo fácil que sería llegar y besarte y decirte "te quiero". Joder. Es ésta. He pasado por aquí siete veces. Y siempre termino pasando de largo la salida. Así no llego nunca. Con lo fácil que... ¡Mierda! ¿Otra vez? Joder. Si ya casi parezco un vulgar Sísifo, arriba y abajo. ¿Tendrá razón María? La de veces que me dice mientras recorre mi cuerpo con su lengua que tengo alma de laberinto. Si no fuera porque detesto a los poetas, la creería. Da igual, saldré por esta otra salida y veré dónde me lleva. Total, tampoco tengo claro que me guste. Que me guste del todo. Es que no sé a veces la sorprendo observarme mientras duermo, y me da miedo... Es que mueve los labios. Ya no sé qué pensar. Igual tiene razón Antonio y pronuncia un embrujo. Hechizado, dice Antonio que me tiene. No sé. A veces me da un poco de miedo besarla o beberle los muslos por si me anula los sentidos con algún bebedizo. Joder. Tengo la sensación de salir siempre al mismo barrio, pero en calles distintas. Cualquiera no se pierde. Voy a intentar volver a la autopista. ¿Bruja? No sé. La verdad es que no le encontré todavía ninguna marca oculta en ningún recoveco de su cuerpo. Y hace unos pocos días se empeñó en comprar un aspirador ultramoderno. Casi casi lo descarto. Con lo fácil que hubiera sido llegar y decirle "te quiero", sin tantas vueltas. Eso es. Cuando entreabro un ojo, a veces, por la noche, y la descubro sentada en su butaca, mirándome, lasciva, moviendo los labios, tengo la sensación de que su verbo sería capaz de hacerme levantar de la cama. Es más: lo hace. Le basta decir "ven" y tardo dos minutos en tomarla en mis brazos. Pero no es eso. Es más allá. Es como si me recorriera despacio con su lengua mientras duermo. Como si lamiera los pasadizos de mi carne y anudara pedacitos de mí como por tratar de recordarme. O para acordarse, tal vez, de algo que le concierne, quizá de sí misma. Un laberinto. Esta ciudad es un laberinto maltrecho. Un laberinto. Eso es. Con lo sencillo que sería... Y tú tratas, noche tras noche, con ese ansia tuya de Penélope, con ese afán de Sísifo, de convertirme, roca, hilo, aire, en un poema.

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  3. Cette fois-ci, c’est certain, il me suit, j’en suis sûr. Ça a commencé direct, dès que j’ai mis les pieds dehors. En traversant la rue, j’ai tout de suite senti un truc qui clochait, un soupir, une ombre anormale derrière moi. Mais c’était un pigeon stupide abruti par son oisiveté, toujours là à me suivre, à quémander les miettes de mon mégot mâchouillé. Il faut le supporter, alors, le gloussement écœurant de ce bipède volant, rat du ciel au bec menaçant. Indifférent aux coups de pied, ce satané clochard ailé traîne sa dalle sur la chaussée. Il s’éloigne de moi mais le soupir est là. J’accélère pour le semer. J’abandonne le boulevard. Avec un peu de chance, je pourrai me glisser dans une cour rue Oberkampf. Les cours ouvrières sont pratiques pour disparaître discrètement, sous l’œil indifférent des chats, des gouttières asséchées, de la ferraille rouillée. La lourde porte ne s’ouvre pas. Le samedi, les cours sont fermées. À chaque fois je me fais avoir. J’allonge le pas et tourne félinement rue Aicard. Le lourd cliquetis des joueurs de pétanque me donne un peu de répit. Mais rue des Bluets, il réapparaît. Le souffle est dans mon cou, moite, insistant, et je commence à suer. L’hiver emmitoufle les passants. Moi, j’ai chaud. Je pousse la porte du bar. Je m’assoie et déjà le verre est devant moi. Ma pupille s’y reflète, vive et inquiète. Je bois à leur santé car la solitude est le prix de la paix. Aucune d’elles n’a compris que le pastis, je l’aime avec deux glaçons, sans eau et sans questions.

    Juliette

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  4. E. descubrió de repente que aunque no podía respirar, no se ahogaba. El salón circular seguía convertido en una enorme piscina. El humo era azulado y de hecho era agua. E. se sentía pesado, se sentía la cabeza pesada, se sentía los brazos pesados. Pensó que sería cosa del agua.
    – Es cosa del agua –burbujeó.
    E. notó que alguien le tiraba del pie. Bajó la vista y ahí estaba la tortuga torturada, pinzándole el pantalón, instándolo a seguirla.
    – Sígueme –dijo ella, con una pronunciación prístina.
    E. se sentía todavía más pesado. ¿Qué querría la tortuga tortuosa? ¿Dónde le llevaría? ¿Tenía alguna alternativa? ¿Cómo podía ayudarle la tortuga? Y, por cierto, ¿cómo se llamaría?
    – Por cierto, ¿cómo te llamas?
    – Me llamo Emmanuelle.
    – ¿E… Emmanuelle?
    – Eso mismo.
    – Me parece un nombre extraño para una tortuga.
    – ¿Y no te parece más extraño todavía que una tortuga te hable? Anda, sígueme. –Y le tiró del pie hasta que E. se levantó, bamboleando, buceando.
    La tortuga Emmanuelle avanzaba por el salón, sólida y solemne. E., en cambio, vacilaba violentamente. Curiosamente, donde antes E. había visto mesas con fumadores sentados ahora sólo había unas rocas enormes, flanqueadas por miles de moluscos multiformes. Emmanuelle y E. avanzaban a ritmo de ella, o sea de tortuga, adelantados constantemente por corrientes de agua y bancos de salmones. Con cada paso, el pasillo estaba más y más abarrotado. E. intentaba esquivar una multitud de merluzas. Un grupo de percebes le pellizcaba los pies. Una caravana de calamares le comía la chaqueta.
    E. sudaba. Sudaba gotas de sudor que el agua asimilaba. Y cada vez veía menos, repleto el espacio de peces y moluscos con movimientos cada vez más masivos. E. buscaba entre sus pies la presencia pacificadora de Emmanuelle, pero la tortuga estaba ya a lo lejos, avanzando sin mirar atrás. E. quería seguirla, pero una línea de langostinos lo hizo tropezar, justo cuando rompió una ola ominosa, la espuma lo catapultó y recorrió todo el pasillo, dejando atrás el salón, los círculos, la barra, el publífono, las mesas, el líquido azul, una cuenta sin pagar, los delfines, las algas, los arenques, la encantadora tortuga Emmanuelle y finalmente la conciencia.

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